La realidad educativa bonaerense ausente en la agenda política

En la provincia de Buenos Aires, la educación pública vive una crisis que ya no sorprende a nadie, pero que, increíblemente, parece no incomodar a los actores políticos.

Los discursos de campaña se llenan de frases hechas: “inclusión”, “igualdad”, “innovación”, pero pocos se animan a mirar de frente lo que pasa realmente en las aulas: carencia absoluta de disciplina, aprendizajes mínimos, docentes agotados y una generación de jóvenes cada vez más distante del esfuerzo y del mérito.

Hubo un tiempo en que la escuela bonaerense era sinónimo de orgullo y movilidad social. Hoy, sobrevive entre parches administrativos y consignas ideológicas. En lugar de apostar por una formación sólida, las políticas educativas se aferran a un modelo que premia el facilismo, reduce las exigencias y desdibuja las responsabilidades.

En este contexto, hablar de meritocracia se volvió casi una herejía, y la figura del docente perdió la autoridad que alguna vez fue su sostén.

Lo más preocupante es la indiferencia de la dirigencia. La educación desapareció de la agenda política porque hablar de ella implica asumir costos: reconocer que los chicos no aprenden lo que deberían, como así también que los docentes necesitan respaldo más que discursos, y que a la escuela le urge recuperar el orden, la autoridad y la disciplina para poder enseñar de verdad.

En lugar de discutir qué y cómo se enseña, la política se refugia en temas más cómodos: los edificios, la conectividad, los programas de refuerzo. Pero evita el núcleo del problema.

Uno de los grandes temas ausentes del debate es la formación de nuevos ciudadanos, capaces de pensar por sí mismos, discernir, y participar con conciencia en la vida democrática. Sin pensamiento crítico, la sociedad queda a merced de los slogans y la manipulación.

La escuela debería ser el espacio donde los estudiantes aprendan a argumentar, a cuestionar, a construir opinión propia a partir del conocimiento y la reflexión.

La realidad, sin embargo, muestra lo contrario: se apaga la capacidad de leer, comprender, analizar y pensar. Una educación sin pensamiento crítico no forma ciudadanos, sino consumidores.

Que la educación esté ausente del debate público no es casualidad. Es un reflejo de algo más profundo: el desinterés por el futuro.

Sin calidad educativa ni formación crítica, no hay ciudadanía consciente, ni desarrollo posible, ni República que se sostenga. La escuela bonaerense debe volver a ser el corazón de la transformación social, pero para eso hace falta una política valiente, capaz de desafiar modas pedagógicas y recuperar la exigencia como valor.

El desafío no está en inventar nuevos planes ni crear más organismos, sino en volver al sentido común. Una escuela exigente, disciplinada y a la vez cálida y cercana no es una utopía: es una necesidad. Una institución donde los estudiantes sean verdadera prioridad y el respeto, el esfuerzo y el pensamiento crítico vuelven a ocupar su lugar.

La política debería mirar menos los titulares y más las aulas. En ellas se define el futuro que hoy se elude.

Prof. Luis Distefano

Director de www.profe.ar

@DistefanoLuis en X

Compartir en

Newsletter

Suscríbete a nuestro newsletter y recibe todas las novedades del portal

Newsletter

Suscríbete a nuestro newsletter y recibe todas las novedades del portal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Otras publicaciones